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AprendeTaiChi.com

Iniciándonos en el Sable de Taiji

28 octubre, 2012

Por Teresa Antón

Un sable no es una espada. No es una perogrullada, aunque lo parezca. El sable es un bicho sediento de vísceras, un híbrido entre un cuchillo jamonero grande y un hacha pequeña, o, en algunos estilos, un hijo universitario de un machete campero. La espada tiene un algo más fino, en lugar de querer desguazar al contrario, parece llevar la idea de acabar con él de un certero pinchazo al corazón.

No se hasta qué punto se debe al imaginario que arrastro (pelis, novelas…), pero cuando cojo un sable lo que me pide el cuerpo es hachar algo, a dos manos, a ser posible. Sin embargo, con la espada me dan ganas de jugar a estocar, avanzar, retroceder, bailar un poco más, sonrisa en ristre (la sonrisita esa de suficiencia que pega bastante mejor con la espada, que con el sable). Bueno, ahora que ya he explicado con meridiana claridad teórica qué es un sable, paso a hablar del curso.

El problema es que ha sido tal cantidad de información nueva (yo de sable lo único que sabía antes era una forma) que no he tenido tiempo de procesarla, y sólo tengo claras algunas orientaciones básicas para el trabajo futuro:

En el sable del taijiquan también aparecen 13 fuerzas, divididas en una estructura que comparte ciertas equivalencias con la mano vacía. Entiendo la división entre las energías cuadradas y diagonales, desde el punto de vista del vector en el que resultan más eficaces. Me explico: las cuatro energías cuadradas resultan más eficaces cuando se ejecutan con el blanco justo enfrente. Si no tenemos vía libre hacia el blanco de frente, entonces debemos utilizar alguna de las energías diagonales. El mismo concepto que se aplica en mano vacía, aunque al incluir un arma en la ecuación, estemos hablando de energías diferentes.

El sable pesa. Ese simple y evidente hecho incorpora una variable con la que debemos lidiar constantemente: la inercia del movimiento. Hay que tenerla en cuenta al atacar, pues una vez lanzado un ataque, en la dirección que sea, el arma adquiere vida propia y resulta difícil modificar su trayectoria a mitad de camino. Por otro lado, es precisamente esa inercia la que se aprovecha en algunos movimientos combinados de defensa y ataque. También al defender hay que recordar, que para bloquear algo cuyo peso natural viene aumentado por la velocidad, hay que saber lo que se está haciendo (lo mejor es sentirlo una vez, la lección se graba, lo garantizo).

Otra cosa que me ha quedado clara es porqué en el currículo tradicional el sable se enseña después de tener claro el trabajo de mano vacía, incluyendo empuje libre con pasos. Aparte de que en el trabajo de sable es fácil llegar a situaciones de contacto, en las que necesitas utilizar habilidades de empuje, es una verdadera lata (puedo asegurarlo con conocimiento de causa) intentar manejarlo mientras te preocupas de dónde andan tus pies, o qué le ha pasado a tu estructura en el fragor de la práctica.

No he aprendido todo lo que Javier nos transmitió en este curso de sable, simplemente no tenía la suficiente preparación para ello, pero lo que he aprendido es importante y, lo que es aún más importante desde mi punto de vista: me ha picado el gusanillo del arma y ahora ¡quiero más!

Gracias Javier, y gracias compañer@s, por un fantástico fin de semana!!!