Por Teresa Antón
Un sable no es una espada. No es una perogrullada, aunque lo parezca. El sable es un bicho sediento de vísceras, un híbrido entre un cuchillo jamonero grande y un hacha pequeña, o, en algunos estilos, un hijo universitario de un machete campero. La espada tiene un algo más fino, en lugar de querer desguazar al contrario, parece llevar la idea de acabar con él de un certero pinchazo al corazón.
No se hasta qué punto se debe al imaginario que arrastro (pelis, novelas…), pero cuando cojo un sable lo que me pide el cuerpo es hachar algo, a dos manos, a ser posible. Continuar leyendo «Iniciándonos en el Sable de Taiji»